domingo, 30 de octubre de 2016

El gobierno de la sospecha



Se consumó: una parte de la cúpula del PSOE y de los poderes que la sustentan, mediáticos y empresariales, han dado el gobierno al único partido imputado por corrupción en la historia de nuestra democracia. No estará de acuerdo una gran parte de la militancia socialista y lo mismo sucederá con sus votantes, pero, a día de hoy y con honrosas excepciones, la dirección socialista ha hecho presidente del gobierno al presidente del partido de la Gurtel.

A los socialistas (¿socialistas?) que prepararon la decapitación no ya de Pedro Sánchez sino de la resistencia a un gobierno del PP, les importó menos desgarrar a su partido que garantizar que, en vivo o en diferido, en este país todo siguiera siendo igual. Y ahora esos dirigentes socialistas, a los que algunos llaman golpistas, han preparado también el camino para las carteras ministeriales de Cospedal y los suyos. El socialista Page premiará con un ministerio a la especialista de la simulación en diferido. Triste, muy triste.

Ya lo ha dicho, certeramente, el secretario de los socialistas catalanes. Iceta ha afirmado, entre dolido y sorprendido, que jamás hubiera imaginado que la más grave fisura entre PSOE y PSC pudiera ser provocada por entregar el gobierno de España a la derecha. Vivir para ver.

Ahora Pedro Sánchez anuncia con la voz quebrada que intentará, con el apoyo de las bases socialistas, dar la vuelta a la tortilla que con alevosía otros le voltearon. No sabemos cuánto hay en su empeño de verdadera ideología socialdemócrata o cuánto de revancha interna, de deseo de recuperar lo que las bases democráticamente le dieron. No sabemos qué sucederá en el futuro inmediato del PSOE… pero sí sabemos que en realidad parte de ese futuro está en manos de Rajoy, porque los propios socialistas lo han entregado sin condiciones al presidente del PP. Rajoy ya ha avisado en el discurso de investidura: que se vayan olvidando de que se derriben las políticas que ha llevado a cabo el PP. Cuando él quiera, cuando le convenga, convocará elecciones y laminará al PSOE. Y ni Susana Díaz ni García Page podrán impedirlo.

Echando la vista atrás, al pasado marzo, es también procedente plantearse esta cuestión: ¿acertaron Izquierda Unida y Podemos oponiéndose a un gobierno en minoría presidido por Sánchez? Respuestas habrá para todos los gustos, y es cierto que aquella decisión se tomó en función de las circunstancias que entonces se daban… pero hoy, con Rajoy presidente, duele sobremanera que, con una mayoría de izquierdas en las cortes, el poder haya terminado en manos de la derecha de las tijeras y los billetes de quinientos. Mucho tienen que meditar todas las formaciones de izquierda sobre qué ha pasado y sobre cuáles deben ser los pasos que se deben dar para dar la vuelta a esta situación.

Se abre ahora una nueva etapa negra en nuestra reciente historia democrática. Triste, sí, no porque haya mucha gente que vote al PP, sino por las malas artes con las que se ha dinamitado la posibilidad de una alternativa de gobierno. Por eso desde las calles se ha contestado la investidura de Rajoy. Con absoluta legitimidad democrática. Y con mucha razón, pues suena a práctica mafiosa lo que ha sucedido en nuestro país en el último mes, con la destrucción del PSOE para que gobierne la derecha. Un gobierno que ha llegado a serlo, sospechosamente, gracias a una combinación de suicidio y asesinato político de su adversario. Un gobierno, gracias a González y Page y Díaz, bajo sospecha, ni disimulada, ni diferida.








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