Para empezar, permita que
nos metamos en este jardín: ¿por qué leches se nos pegan a los
hispanos tan rápidamente algunas tradiciones aparentemente
tontunescas de los anglosajones y/o nórdicos en general? Véase: el
blafraidais, el jallowin, el papanoel, el… ¿Será,
quizá, que no nos hemos dado cuenta de que detrás del rock y el pop
y las pelis de vaqueros y del espacio y los refrescos de cola y la
informática y el internet venía toda la arrolladora marea de la
invasión cultural bárbara anglosajona para arrasar nuestras
costumbres y nuestro modo de vida mediterráneo y sustituirlo todo
por el imperio del perrito caliente?
Puede ser. Sin embargo,
en lo verdaderamente importante mantenemos nuestras tradiciones a lo
largo de los siglos, contra viento y marea. Ni tenemos una fiscalidad
progresiva, ni un parque público de viviendas de alquiler, ni un
gasto educativo en la media europea, ni una legislación que proteja
a las familias frente a los abusos de la banca, ni mantenemos la
inversión en investigación, ni… ni
tenemos todas esas cosas que tienen nuestros vecinos más
desarrollados.
Un espécimen de la
reserva espiritual española es el Salario
Mínimo Interprofesional: por muchas modas que nos
vengan de fuera, los sucesivos gobiernos mantienen el SMI en un nivel
tan bajo que, con él, una familia de dos miembros queda directamente
en situación objetiva de pobreza.
Esta tradición está
relacionada con otra costumbre fuertemente arraigada en nuestro país,
la de votar presidentes del gobierno que nos toman el pelo (aunque en
esto hay una nueva variante: cuando no los vota la gente, los vota el
partido de la oposición). De movimientos más pausados que ese
simpático animalito bautizado como perezoso, Mariano Rajoy acaba de
romper el récord mundial de lentitud y el de caradura al mismo
tiempo: dice que va a subir el SMI progresivamente hasta alcanzar los
800 euros… a
lo largo de los próximos ¡ocho años! ¿Alguien es
capaz de decir cómo será nuestra economía dentro de ocho años?
Para el 2025, ¿cuánto habrán subido los precios, cuánto habrán
bajado los salarios, cuánto se habrá evadido al extranjero, cuánto
costará la electricidad, cuántas amnistías fiscales habrán
favorecido a los amiguetes, cuántas veces nos habrán subido el IVA
y los impuestos indirectos, cuántas veces habrán rebajado el IRPF a
las rentas más altas,…? ¿Será un sueño para millones de
trabajadores llegar a ser mileurista? Nadie lo sabe. Nadie sabe cómo
estará el país económicamente dentro de ocho años, aunque todos
nos tememos que estará peor para los de siempre y mejor para los de
toda la vida.
Y así, millones de
españoles y de familias, de los de ahora y de los de los próximos
casi dos lustros, incluyendo a casi todos los jóvenes, seguirán
sufriendo la pobreza del que trabaja y no llega ni a mediados de mes,
mientras el gobierno sigue legislando para los suyos y para las
grandes compañías y petrificando
sueldos con los que no se puede subsistir.
Todo lo demás, el
fraidais, el jallowin y el papanoel y todo eso, son solo fuegos de
artificio, colorido para esconder la rancia realidad, simulaciones de
cambios en diferido, todo mentirijillas salvo alguna cosa… para que
parezca que el país es moderno y yanqui y occidental, mientras las
esencias siguen a salvo en las cajas de caudales del solar patrio, se
encuentre este en España, Andorra, Suiza o Panamá.
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