Dice la RAE que empatía es un sentimiento de
identificación con algo o alguien, o bien, que es la capacidad de identificarse
con alguien y compartir sus sentimientos. Es decir, lo que en La Mancha hemos
dicho de toda la vida, ponerse en el
pellejo del otro.
Y por lo que pareciera, este debe haber sido el
motivo por el que el mundo ha llegado hasta aquí, aportando los mejores y más
honrosos pasajes de su historia y de su día a día. De la empatía nace la solidaridad
y el colectivismo como cultura del entre
todos mejor que uno a uno. Cuando la especie era nómada, empatía era ayudar
a quien se accidentaba, a pesar de saber que andaríamos más rápido y fácil sin
él. Cuando el sedentarismo, la empatía llevaba a ceder una parte de la cosecha
a quien la había perdido toda, aun sabiendo que tendríamos para más si no le
diéramos nada a ella. Hoy, se atiende a deshora a quien lo necesita
perentoriamente, aun sabiendo que es un trabajo extra; se dedica parte de
nuestro tiempo y esfuerzos a trabajar por los demás,
sabiendo que tendremos menos para los más cercanos. Entonces, cada cual;
profesora, carpintero, autónomo, funcionario, fontanera, parado o abogada, … ciudadanía,
al fin y al cabo, desde su lugar en la sociedad, hace despliegue en una u otra
medida de la empatía.
Y así, desde la individualidad se llega al
colectivismo, haciendo que los que nos gobiernan, ejerzan su poder enfocado al
bienestar común y desarrollando acciones especiales hacia quienes más lo
necesitan.
Pero en los últimos tiempos parece que un viejo
santo, que siempre estuvo ahí sin duda, está ganando devotos a millones: San
Para Mí. Algo grave pasa cuando alguien no es capaz de empatizar con una
familia, con una profesora, carpintero, autónomo, funcionario, fontanera,
parado o abogada, … ciudadanía, al fin y al cabo, que está siendo bombardeada y
quiere sobrevivir dejándolo todo y buscando un lugar seguro, o con quien se
echa al mar o salta una valla buscando una vida digna, sin hambre o sin
persecuciones. Algo pasa cuando no somos capaces de ponernos en el pellejo de
mujeres y hombres (desde recién nacidos hasta ancianos) que son sometidos y
sometidas a las
peores vejaciones por las mafias. Algo pasa cuando no nos echamos al monte
y hacemos exigir algo tan básico, tan necesario, como que se cumplan los
derechos más elementales. Bastaría simplemente con exigir lo justo, pero ni
siquiera eso, por si los gobiernos burócratas no entienden otra cosa, no hay
que cambiar leyes ni hacer unas nuevas: basta con cumplir las que hay y cumplir
lo que se acuerda y firma. La Unión Europea nace como bastión de la solidaridad
entre países, que es la solidaridad entre personas, como una forma de abrirnos
al mundo y unidos, mejorar. Ahora, lo que parece imperar es la
crueldad y la canalla, y por si el prurito de alguien se ve tocado, nos
permitimos
externalizar esa crueldad y esa canalla, les pagamos a terceros, infames y
míseros, para que ejerzan de miserables deshumanizados por nosotros. Resulta
paradójico oír a
Rajoy decir que vivimos en la mejor zona del mundo para vivir y con más paz,
y luego, por ejemplo, Italia pida fondos a la UE para ayudar a los migrantes, y
no se les haga caso. ¿Son los gobiernos los que están creando esta
Europa-Fortaleza? ¿Son ellos, y los grandes capitales, los que ni si quiera se
toman las molestias de crear pasajes seguros? O somos todos que los estamos
apoyando o cuando menos consintiendo. ¿Dónde hemos dejado la empatía que nos
hace humanos inteligentes? Bienvenidos
Refugiados y Amnistía Internacional, entre muchas otras organizaciones,
están intentando movilizar, no gente, sino conciencias. El próximo sábado 4 de
marzo a las 12,00 hrs. y frente al ayuntamiento, inauguraremos
en Albacete una ciudad, una ciudad acogedora. Ojalá y así sea.
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