El
mundo no es un caos, sino un sistema de relaciones dinámicas. El sol
no sale porque sí, los objetos no caen por casualidad. Los seres
humanos no somos átomos errantes. Y de igual modo que necesitamos
las leyes físicas para anticipar los fenómenos naturales,
necesitamos herramientas de análisis para detectar las regularidades
de los procesos sociales y proyectarlas hacia el futuro.
Podemos
denominarlas como queramos (ideologías, esquemas, métodos…), pero
sin ellas carecemos de la perspectiva imprescindible para interpretar
la realidad y orientar nuestras estrategias.
Por
ejemplo, sin la perspectiva
ecologista no entenderíamos que el crecimiento
ilimitado está reventando el planeta por todas las costuras y
condenando a la miseria a millones y millones de personas.
De
igual modo, sin la perspectiva
feminista no habríamos advertido que el patriarcado
se encuentra incrustado como una mala hierba en todo tipo de
sociedades y colectivos humanos, incluyendo los supuestamente más
avanzados (organizaciones progresistas, movimientos alternativos…),
lo cual nos obliga a promover un cambio cultural que afecte a todos
los ámbitos de la convivencia.
También
está resultando reveladora, en los últimos tiempos, la perspectiva
decolonial, que nos ha permitido percatarnos de que
Occidente nunca ha sido el ombligo del mundo y nos ha desvelado que
la lógica de las relaciones internacionales sigue respondiendo a
planteamientos puramente colonialistas.
No
cabe duda, por lo tanto, de que todos estos enfoques son
imprescindibles para alcanzar una visión poliédrica y compleja de
la realidad. Ahora bien, nosotros consideramos que ha desaparecido
del debate público, quizá por el interés de los más poderosos,
quizá porque se considera políticamente incorrecto, un concepto sin
el cual no se entiende absolutamente nada de lo que está pasando.
Nos referimos al concepto de lucha
de clases. Sin él, el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional son simples instituciones benéficas que
suministran las únicas recetas económicas posibles. Sin él, las
políticas antisociales emprendidas por Ronald Reagan y Margaret
Thatcher en los años ochenta son la consecuencia de
los caprichos de un mal actor secundario y una primera dama
estreñida. Sin él, toda la política
privatizadora iniciada por Felipe González,
continuada alegremente por Aznar y culminada salvajemente por Rajoy,
Cospedal y toda su tropa, no es más que el necesario saneamiento que
necesitaba el sector público, que ya se sabe que no es más que
sumidero de recursos y nido de gandules. Sin él, cuando el
secretario de estado Marcial Marín habla de la “empleabilidad”
como uno de los principales objetivos de la educación, no está
proponiendo formar mano de obra barata, sino enunciando una teoría
pedagógica súper guay. En definitiva, sin la perspectiva de la
lucha de clases no nos enteramos de que en la actualidad estamos
asistiendo a un ataque global sin precedentes del gran capital para
incrementar su riqueza a costa de lo público (la sanidad, la
educación, los servicios sociales, las pensiones…) y a costa del
empobrecimiento de la clase obrera. Y no es que lo digamos nosotros.
Lo dice Warren Buffet, una de las personas más ricas del mundo: “La
lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando”.
Pues
bien, en estos tiempos de posverdad, de discursos “líquidos” o
amorfos, de penumbras ideológicas, la única formación política
que no pierde el norte y que al respecto arroja algo de luz, como un
sol en una fría mañana de invierno, es Izquierda Unida, que señala
directamente a la lucha de clases como motor de la historia y causa
directa de los grandes conflictos actuales, apela a la conciencia de
los trabajadores y defiende
el socialismo como vía hacia una sociedad
verdaderamente democrática. Por eso la reivindicamos. Porque si nos
desorientamos, si no sabemos adónde vamos, andaremos sin rumbo, como
muñecos locos, y perderemos el tiempo dando palos de ciego. Ah, y
nos consta que la mencionada organización no es perfecta, y que,
sobre todo, podría haber gestionado más hábilmente la pluralidad
interna. Pero, visto lo visto, quien esté libre de pecado, que tire
la primera piedra.
*
El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban
Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario