sábado, 4 de febrero de 2017

IZQUIERDA UNIDA EN CLAVE DE SOL


El mundo no es un caos, sino un sistema de relaciones dinámicas. El sol no sale porque sí, los objetos no caen por casualidad. Los seres humanos no somos átomos errantes. Y de igual modo que necesitamos las leyes físicas para anticipar los fenómenos naturales, necesitamos herramientas de análisis para detectar las regularidades de los procesos sociales y proyectarlas hacia el futuro.

Podemos denominarlas como queramos (ideologías, esquemas, métodos…), pero sin ellas carecemos de la perspectiva imprescindible para interpretar la realidad y orientar nuestras estrategias.

Por ejemplo, sin la perspectiva ecologista no entenderíamos que el crecimiento ilimitado está reventando el planeta por todas las costuras y condenando a la miseria a millones y millones de personas.

De igual modo, sin la perspectiva feminista no habríamos advertido que el patriarcado se encuentra incrustado como una mala hierba en todo tipo de sociedades y colectivos humanos, incluyendo los supuestamente más avanzados (organizaciones progresistas, movimientos alternativos…), lo cual nos obliga a promover un cambio cultural que afecte a todos los ámbitos de la convivencia.

También está resultando reveladora, en los últimos tiempos, la perspectiva decolonial, que nos ha permitido percatarnos de que Occidente nunca ha sido el ombligo del mundo y nos ha desvelado que la lógica de las relaciones internacionales sigue respondiendo a planteamientos puramente colonialistas.

No cabe duda, por lo tanto, de que todos estos enfoques son imprescindibles para alcanzar una visión poliédrica y compleja de la realidad. Ahora bien, nosotros consideramos que ha desaparecido del debate público, quizá por el interés de los más poderosos, quizá porque se considera políticamente incorrecto, un concepto sin el cual no se entiende absolutamente nada de lo que está pasando. Nos referimos al concepto de lucha de clases. Sin él, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional son simples instituciones benéficas que suministran las únicas recetas económicas posibles. Sin él, las políticas antisociales emprendidas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los años ochenta son la consecuencia de los caprichos de un mal actor secundario y una primera dama estreñida. Sin él, toda la política privatizadora iniciada por Felipe González, continuada alegremente por Aznar y culminada salvajemente por Rajoy, Cospedal y toda su tropa, no es más que el necesario saneamiento que necesitaba el sector público, que ya se sabe que no es más que sumidero de recursos y nido de gandules. Sin él, cuando el secretario de estado Marcial Marín habla de la “empleabilidad” como uno de los principales objetivos de la educación, no está proponiendo formar mano de obra barata, sino enunciando una teoría pedagógica súper guay. En definitiva, sin la perspectiva de la lucha de clases no nos enteramos de que en la actualidad estamos asistiendo a un ataque global sin precedentes del gran capital para incrementar su riqueza a costa de lo público (la sanidad, la educación, los servicios sociales, las pensiones…) y a costa del empobrecimiento de la clase obrera. Y no es que lo digamos nosotros. Lo dice Warren Buffet, una de las personas más ricas del mundo: “La lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando”.

Pues bien, en estos tiempos de posverdad, de discursos “líquidos” o amorfos, de penumbras ideológicas, la única formación política que no pierde el norte y que al respecto arroja algo de luz, como un sol en una fría mañana de invierno, es Izquierda Unida, que señala directamente a la lucha de clases como motor de la historia y causa directa de los grandes conflictos actuales, apela a la conciencia de los trabajadores y defiende el socialismo como vía hacia una sociedad verdaderamente democrática. Por eso la reivindicamos. Porque si nos desorientamos, si no sabemos adónde vamos, andaremos sin rumbo, como muñecos locos, y perderemos el tiempo dando palos de ciego. Ah, y nos consta que la mencionada organización no es perfecta, y que, sobre todo, podría haber gestionado más hábilmente la pluralidad interna. Pero, visto lo visto, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.





* El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.


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