domingo, 2 de abril de 2017

EL CANGREJO LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Siendo algunos de quienes escriben o leen muy mozos (otros ni habían nacido seguramente), y en una España muy gris y triste, en momentos donde había que mirar mucho alrededor antes de decir cualquier cosa, y en un especialmente duro momento puntual, ya se comentaba de boca en boca “¿en qué se parecen Carrero y Don Juan Tenorio? Pues en que los dos saltaron la tapia del convento”. Cuesta hoy revivir el clima de la época: el que estaba llamado a ser el sucesor de Franco, aquella persona que el caudillísimo, tan solo dos años antes de su muerte había nombrado Presidente del Gobierno, había sufrido un atentado terrorista. Pues bien, aun así, en semejantes momentos, era rarísimo el español o española que no estuviera involucrado en contar aquellas decenas de chistes sobre el asunto.
No era solo el pueblo, tampoco se escapaban (eso sí, al menos un año y medio después de muerto el dictador) de caer en la tentación los profesionales. Ya muy extendido el chiste de Tip y Coll que dejarían impreso en negro sobre blanco en uno de sus libros. Cabe recordar que Coll estaba vinculado al PSOE (amigo personal de F González) y Tip era muy, pero que muy de derechas. Nadie pensó ni por un segundo que todos estos chistes fuesen motivo para multa, censura, represión y mucho menos cárcel.
Aquí, siempre hemos tenido una reacción inusualmente vertiginosa para hacer chistes ante cualquier acontecimiento (ahora con eso de wassap aún sorprende más). Y sí, es cierto, aquí hemos tenido mucha tendencia al chiste, como también en ese maremágnum, al descerebramiento, odio y ganas de hacer daño. Habría que distinguir. Por ello, quien afirma y condena a Cassandra Vera, la estudiante murciana de 21 años, de enaltecimiento al terrorismo, parece que no sabe o no quiere discernir.
Partimos de una ley que sacaron PP y PSOE en su día, y que hoy, más descontextualizada si cabe que entonces, sigue en vigor. La cosa permite como que para según en qué Juzgado caigas, tus actos se interpreten como una broma, o como un delito penal digno de cárcel. Por cuestiones similares se ríen (o no) de tu broma o, por el contrario, vas al talego y te inhabilitan por siete años para cualquier cargo público. No es buen momento para resucitar a Torquemada y su séquito de censores.
Entendemos que la carrera judicial, el brazo que aplica la Ley, en esa función, debe tener siempre un criterio contextual y de interpretación de la misma, y más aún cuando dicha ley es lo ambigua y trasnochada. Pareciera, que se espera de los jueces la inteligencia y la voluntad de discernir. Por supuesto que no todo vale, pero tampoco se puede caer en el nada vale. Nos lo han dicho por activa y por pasiva en Europa. Discernir con criterio es el secreto. Entre el imbécil de turno que enaltecido y envalentonado por la impersonalidad de las redes se dedica a vomitar su puro y duro odio y amedrentamientos, a quienes tiran (con buen, malo o pésimo gusto) del humor del siempre, del humor de todos y todas, como por ejemplo el de hace ya 44 años. Cuando la propia nieta del afectado pide en carta abierta la absolución de la acusada, parece que el discernimiento está servido en bandeja. Pero, en fin, en tanto llegan leyes mejor confeccionadas y acordes al cambio de tiempos, solo cabría insistir en esperar eso: Inteligencia y voluntad. ¿Será posible dar con ellas?






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