Como todo el mundo sabe, están
los alguien y los nadie. Los alguien son la gente que figura en los
libros de texto, la que escribe la historia. Son quienes aparecen en
las portadas de los periódicos. Copan los informativos. Acumulan
grandes fortunas, detentan el poder, manejan el cotarro. Sonríen
constantemente. Molan. Los nadie, por el contrario, apenas ocupan una
esquina de los manuales escolares, y siempre como objetos: no
son sujetos de ningún proceso,
no inventan, no aportan nada a la humanidad, son como niños grandes.
O mejor dicho, como animales. Sólo sirven para trabajar, para ser
explotados. Y como muy bien dijo Galeano, “cuestan
menos que la bala que los mata”.
Nadies son las personas
migrantes, que cuestan menos que las frágiles
lanchas de plástico
que los hunden en el mar.
Nadies son los refugiados,
que cuestan menos que las concertinas
que les cierran el paso y les desgarran la carne y el alma.
Nadies son los niños y niñas
soldados, que cuestan menos que un
gramo del coltán
con el que funcionan nuestras malditas pantallitas electrónicas.
Nadies son los esclavos que
trabajan en las maquilas de todo el mundo, y que cuestan menos que la
etiqueta de la multinacional probablemente española
que cosen en cada prenda.
Nadies son las víctimas
sirias, afganas, somalíes, pakistaníes…
que perecen como consecuencia de atentados yihadistas y cuestan menos
tiempo en los noticieros que la gastroenteritis de cualquier estrella
del fútbol.
Nadies son toda la
población yemení,
que está siendo bombardeada despiadadamente por Arabia Saudí y
cuesta menos que el bolígrafo con el que se firman los contratos de
ventas de armas a este país.
Nadies son todos los pueblos
despojados de sus tierras (saharauis, palestinos, indígenas…),
que cuestan menos que el esfuerzo que hacen nuestros gobernantes para
girar el cuello y mirar hacia otro lado.
Sin embargo, a veces los
nadies encuentran a otros nadies que son “conscientes de que son
pobres”, pero también de que la desigualdad no es una ley natural.
Ese es el caso de Antolín Pulido, que el pasado viernes 9 presentó
Memoria
de los nadie
y el resto de su obra en la recién inaugurada sede de Izquierda
Unida Albacete. Antolín, el Comandante, nació en Talavera del Tajo
(mejor que “de la Reina”) en “una casa oscura (…) en medio de
un huerto no propio, al lado de una ciudad asquerosa y medio
mediocre, (…) con la comida justa, pero sin justicia”. A los 8
años un picoleto le suministró “unas cuantas docenas de metros de
hostias” que le hicieron comprender quiénes eran los enemigos y
quiénes eran los suyos. Asistió a un colegio religioso en el que
los “gratuitos” como él pasaban por una puerta distinta para que
los “hijos de papá” no se contaminasen con su miseria. Se formó
como pedagogo y antropólogo en Cuba y México. Ha participado como
brigadista en misiones de rescate de niños y niñas secuestrados,
esclavizados o víctimas de la pedofilia o del tráfico de órganos
por toda África y por toda América. También estuvo en la guerra de
Bosnia. Ha vivido largos años en los campamentos saharauis y ha
luchado con el Frente Polisario. La trilogía Memoria
de los nadie es un
compendio de relatos autobiográficos que describen la peripecia
vital del autor. Se leen con pasión, con indignación, con asombro,
con rabia, con admiración, en estado de estupefacción permanente.
Cada página es como una herida por la que sangra el planeta. No
siempre son fáciles de digerir las historias que cuenta Antolín. El
lector se siente continuamente al borde del abismo, zarandeado por
una realidad brutal. Pero es que ése es el mundo de los nadies. Eso
es el mundo, en definitiva. Memoria
de los nadie nos
muestra la realidad que nos ocultan los medios de (des)información.
Por eso, léanla. Aunque a veces resulte incómodo. Aunque en
ocasiones den ganas de llorar o romperlo todo. Porque lo contrario
significa huir, desentenderse y contribuir con nuestra ignorancia a
que la humanidad se hunda aún más en la mierda.
graciassssssssssssss
ResponderEliminarsalud
Gracias a ti, Nilotna. Un abrazo grande. ¡La lucha sigue!
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