domingo, 7 de enero de 2018

La cabalgata y los cavernícolas

El aroma de la navidad flotaba sobre la gran ciudad, y los miles y miles de niños y niñas arrastraban de la mano a sus padres hacia la Cabalgata de los Reyes Magos. Sobre las cabezas de esos inocentes la ciudad cantaba con una sola voz “ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos, caminito de Belén…”. La Iglesia Católica, dirigida por la Conferencia Episcopal Española, se sumaba desde sus emisora COPE a ese ambiente navideño, lanzando al mundo y a todos los niños su mensaje fraterno y alegre: “En vez de ser gays, son maricones de mierda”, o también "Como las niñas son muy inocentes y hay violaciones diarias, en una de las carrozas también se podría representar un violador en plena faena". Amén.
Pepito y su padre encontraron un buen sitio para ver la cabalgata, junto a una señora cubierta de joyas y un señor con bigotito de gobernador civil del franquismo (aunque esto último no lo podía reconocer Pepito).
  • Mira, mira, ya viene la primera- palmoteó ilusionado el niño.
Abría el desfile una carroza patrocinada por El Corte Inglés, repleta de niños que lanzaban caramelos. Al lado del niño la señora aplaudió y, dándole con el codo al papá de Pepito, dijo:
  • Esta empresa, siempre tan buena, tan tradicional, dándoles a los niños pobres la oportunidad de salir en su carroza.
Pepito abrió mucho los ojos.
Pepito recordó vagamente lo que le había dicho una amiga del cole.
Apareció entonces una nueva carroza, y la pareja de señores comenzaron a abuchear y a mostrar su desagrado. La carroza se llamaba “La Prohibida” y estaba llena de gente disfrazada de peluches y animales. Algunas de esas personas eran lesbianas, otras bisexuales, otras homosexuales o transexuales, y otras no, pero a los niños todo eso les daba igual, y la sencilla carroza avanzaba entre aplausos y vivas.
  • “…ones”, “…eras”-gritaba desaforado el del bigotillo, perdida ya toda su señorial compostura.
  • Sí, sí, mira papá, salen leones y panteras-chilló el niño entusiasmado.
  • Vámonos, Pelayo-dijo la señora-tenemos que contárselo todo a tu primo el obispo… pero, espera, espera, Pelayo… ¿no es esa chica vestida de leopardo tu sobrino Roberto?
Roberta vio a su tío, bajó de la carroza y lo cubrió de besos con carmín.
  • Gracias, tío, muchas gracias por venir, siempre he sabido que para ti lo más importante es querer a las personas respetando lo que quieren ser. Adiós, me tengo que ir, feliz navidad. Te quiero.
Pelayo sonrió turbado y, emocionado, se secó una lágrima. Su mujer le espetó:
  • ¿Cómo has podido dejar que tu sobrina o sobrino o lo que sea te ridiculice así? Humillado por La Prohibida, qué vergüenza… Pelayo, vamos a misa a rezar por la salvación de su alma corrupta. Vamos, ahora mismo-y le estiró de una manga de la chaqueta.
Pelayo dudaba, se palpaba en las mejillas los besos de su sobrina, restregándose el carmín por la cara. Pepito le sonrió y le ofreció un caramelo. Y Pelayo, transformado por el espíritu de la navidad, miró a su mujer a los ojos y le dijo:
Agustina hipó y se fue, y entonces Pelayo se comió el caramelo de Pepito, que le dijo dándole la mano:
  • Feliz navidad, señor, usted sí que es un rey majo.
P.D.: teníamos otros finales más bordes, pero este tan bondadoso se lo han traído los Reyes Magos a los tradicionalistas intolerantes malos malísimos de nuestro país. Esperemos que lo aprovechen, porque si no los vemos a todos comiendo carbón en el infierno.








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