domingo, 4 de febrero de 2018

Experimentos

Las recientes noticias de cómo los fabricantes alemanes de coches han experimentado los efectos de los gases de los vehículos en monos y humanos es indignante pero, tristemente, no del todo sorprendente.
Desde que el mundo es mundo, como diría un castizo, el ser humano experimenta y experimenta, con el planeta, con otros seres vivos, con sus congéneres. Los fines pueden ser la investigación científica o sociopolítica, o el simple entretenimiento movido por la curiosidad; los métodos, desde los más inocuos a los más terribles.
Sobre los organismos humanos todos los días experimenta la ciencia cuál es el efecto de uno u otro medicamento, y tristemente se vale de la pobreza humana para ello. Antes se ensayan y prueban en esos pobres seres vivos que han tenido la mala suerte de coincidir con el homo sapiens sobre la faz de la tierra. Desde hace tiempo se sabe que grandes marcas comerciales occidentales prueban sus alimentos en niños africanos y asiáticos.
Sobre las sociedades el abanico de experimentos parece infinito. Se somete a un conjunto de individuos a una campaña intensiva de publicidad, azuzada por sus correspondientes intereses económicos, y se puede conseguir que sus individuos se interesen masivamente por un producto musical como Operación Triunfo (y consuman), por los concursos de cocina (y consuman) o por los móviles Apple de funcionamiento deliberadamente defectuoso (y los consuman). Se crea la necesidad de que se consuma una marca de crema de cacao como Nutella, y los individuos la consumen, e individuos que no están desnutridos casi mueren en la lucha por conseguirla más barata. Se crea la necesidad de un artilugio electrónico, una marca de ropa, unos zapatos, un lo que sea… y en las rebajas miles de individuos de sociedades desarrolladas se pelean hasta la muerte por conseguirlo unos euros más baratos. Conclusión: reduciendo a sus individuos de ciudadanos a consumidores, el capitalismo experimenta con las sociedades masas y las maneja a su antojo.
África ha padecido el experimento europeo de la ocupación colonialista e imperialista y la nueva dependencia del neocolonialismo económico: el resultado es un continente empobrecido y del que sus habitantes huyen, muriendo ahogados por miles en el intento. “La doctrina del shock” ha explicado cómo diferentes instancias políticas y económicas del capitalismo han experimentado, con el instrumental de la psicología social, con las sociedades a las que quieren conducir, sometiéndolas, por el camino del libre mercado.
A otro nivel nuestro país ha sido sometido en dos ocasiones al siguiente test político: pídale a los ciudadanos que voten a partidos que les roban y que les dan ruedas de prensa por plasma o que quieren gobernarlos por internet, pero que azuzan en las masas el sentimiento nacionalista. El resultado es el mismo: PP y Convergencia (o PDeCat) ganan las elecciones. El nacionalismo, donde sea, nunca falla en los ensayos: galvaniza las pasiones, evapora la racionalidad, descompone la solidaridad, precipita el odio y la agresividad, neutraliza la memoria.

La proximidad de las elecciones municipales (solo queda un año, eso no es nada) abre ahora en España un tiempo de análisis de experimentos políticos, cuyos componentes no son nuevos, pero cuyo resultado definitivo aún no es seguro: ¿sumarán Podemos e Izquierda Unida más juntos que por separado?, ¿superará o igualará la derecha de Ciudadanos a la derecha del PP?, ¿superará el PSOE su estructura medieval de baronías?, ¿se concederá el sobresaliente solo con matricularse a los niños y las niñas en los colegios, a los y las adolescentes en los institutos, a los y las jóvenes en las universidades… de la misma forma que a una niña llamada Leonor se le concede la condecoración del Toisón de Oro sin haber tenido tiempo ni de sacarse 1º de ESO? El ser humano, siempre experimentando…




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