El pasado jueves 28 se celebró
en Albacete la manifestación
del Orgullo LGTBIQ+. Acudió muchísima gente de toda clase, edad
y condición, y discurrió entre el Altozano y la Caseta de los
Jardinillos como una especie de fiesta ambulante repleta de colorido,
música, bailes y buen rollo. No hubo incidentes, pero tampoco
faltaron los insultos aislados de algunos energúmenos.
Porque, parece mentira, pero a
estas alturas del siglo XXI la LGTBfobia aún existe. Existe como
existen la caspa, la halitosis o la aerofagia. Y, por desgracia, la
ciencia todavía no ha encontrado remedio a estas incómodas lacras.
Aunque no hay que perder la esperanza. Quién sabe, a lo mejor algún
tipo de terapia psiquiátrica blanda, con ejercicios de relajación,
dinámicas de grupo y tal, pueda resultar efectiva con los homófobos
más tibios, o con los que sufren sus prejuicios en la intimidad,
como las almorranas. Para los elementos más recalcitrantes habría
que estudiar otras opciones más, digamos, operativas, y en este
sentido quizá en la tradición se pueda encontrar la solución. Por
ejemplo, ¿por qué no intentarlo con el clásico electroshock
o con la piadosa lobotomía? Muchos homosexuales fueron sometidos con
“éxito” a estas prácticas hace no tanto tiempo. ¿Por qué no
probar? Quizá ahora resulten útiles para curar a ciertas personas
del odio que sienten hacia la diversidad afectivo sexual… ¡Sería
por su bien! También podría considerarse la posibilidad de abrir
“centros
cerrados” de clasificación desde los cuales devolver a los
fóbicos de cualquier pelaje a la Edad Media o a las cavernas, de
donde quizá nunca deberían haber salido. En dichos lugares siempre
se respetarían los derechos humanos, claro.
Pues sí, la LGTBfobia
existe, pero nosotros, por el contrario, nos declaramos
manifiestamente LGTBfílicos. Es decir, seguimos, atendemos,
admiramos y queremos aprender del movimiento LGTBIQ+, con el mismo
entusiasmo que los/las filólologos/as estudian y aprenden de sus
respectivas lenguas o los/as filósofos/as aman y defienden el
pensamiento. Admiramos al chico con pluma que le planta cara a los
descerebrados de su clase del instituto o de su pueblo. Admiramos a
la chica que sale del armario y expresa a los cuatro vientos su
inclinación por las mujeres. Admiramos a los gais y lesbianas que se
toman de la mano y se besan en público ante una sociedad en la que
aún muchos cazurros y cazurras tuercen el gesto, lanzan un exabrupto
o cuentan un chiste tan zafio como repugnante. Admiramos a las
personas que llevan su coherencia de género hasta el punto de
modificar su organismo para alinear su cuerpo con su alma. Admiramos
a la gente queer
que se niega a ser clasificada en ningún cajón estanco porque la
vida es como un río, o como un viento que no admite ni fronteras ni
límites. Admiramos al movimiento LQTBIQ+ porque se ha enfrentado con
éxito a una iglesia
enferma de intolerancia, porque ha conseguido que hasta
formaciones como el PP
o Ciudadanos incluyan las reivindicaciones arcoíris en sus
agendas y, en definitiva, porque ha hecho saltar por los aires los
viejos conceptos morales que han amargado la existencia de millones
de seres humanos durante siglos.
En efecto, creemos que
existen muchos motivos no sólo para admirar, sino también para
aprender de la causa LGTBIQ+. De su concepto innegociable de la
libertad. De su sentido profundo de la igualdad. De su práctica de
la solidaridad como una herramienta de transformación político
social. De su transversalidad. De su inclusividad. De su inteligencia
a la hora de gestionar la diversidad. De su coraje. De su desparpajo.
De su creatividad. De la alegría efervescente con que impregnan sus
movilizaciones… Ahora mismo se están debatiendo los procesos
de confluencia en los distintos entornos de la izquierda
alternativa. Ojalá que las organizaciones “del cambio” o los
sindicatos fuesen capaces de movilizar a la mitad (por decir algo) de
los jóvenes que han participado en las manifestaciones del Día del
Orgullo. Ojalá tomen nota y aprendan, en serio. Porque el modelo
LGTBIQ+ es una de las pocas armas realmente “cargadas de de futuro”
de que disponemos para transformar la sociedad.
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