Yo
soy el más chulo, el más prepotente, el más soberbio, el más
arrogante… y además me creo el más inteligente y de más rápidos
reflejos, el más irónico, el que más mordiente tiene, el de verbo
más ingenioso, soy el terror de mis enemigos, que son, al fin y al
cabo, los enemigos de España y de la libertad.
¿Quieren
una prueba? Yo solo, yo solito, arrastré el nombre de mi país por
el barro del crimen, y nunca, aunque todos los saben y yo también,
lo reconocí ni lo reconoceré. Yo solito, en nombre de la nación,
me junté con tres colegas e invadí y destruí un país. No es una
forma de hablar, es verdad. Nos
inventamos unas mentiras y arrasamos Irak, causamos la muerte de
cientos de miles de personas y sumimos a millones de iraquíes en el
marasmo durante décadas y décadas.
¿Quieren
más? ¿Quién en España, sino yo, ha subido los pies en la mesa del
presidente de los mismísimos Estados Unidos? Nadie. Y me fumo un
puro. Bush y Blair y ese otro de Portugal fueron buenos colegas, pero
unos flojos a mi lado. Yo
soy el único que no ha reconocido cómo la cagamos y que no ha
pedido perdón.
¿Más?
Yo he insultado a las víctimas de ETA, llamando en público a los
terroristas “Movimiento
Nacional Vasco de Liberación” y he defendido que había que
acercar sus presos a Euskadi, para luego decir sin sonrojarme que el
PSOE claudicaba, casi colaboraba con los terroristas. He
utilizado a las víctimas en la lucha política. Y no me he
despeinado.
¿Más
aún? Yo fui presidente de gobierno durante dos legislaturas y tengo
a doce
de mis catorce ministros en la cárcel o imputados o pringados.
Pero si alguien me lo echa en cara, le digo que todo es mentira, que
fueron grandes ministros, que yo no sé nada y que no tengo culpa de
nada. Y si me sacan el tema de que los
invitados al banquete de la boda de mi hija se juntan para repetir la
fiesta en el patio de la cárcel, entonces es que saco el
colmillo y no respondo.
¿Y?
Porque si me hablan de la boda, malo, pero si me preguntan por si mi
partido es corrupto, entonces no conozco y arrastro por los suelos al
que me pregunte, sea este rojo, independentista o terrorista. Me
importa un bledo que sean diputados y que sea su obligación
preguntarme en las comisiones de investigación esas del congreso.
Me río de la comisión y del congreso, me paso la constitución y la
ley por el forro. A mí no va a venirme un rojeras pelanas ni los
sociatas ni los terroristas a preguntarme por mi partido, el
único partido condenado por corrupción en la historia de España.
Yo parí el PP junto a Don Manuel Fraga, el ministro de la dictadura,
y con mi familia nadie se mete.
Yo
también mentí
al pueblo español respecto a los atentados de Atocha, pero ¿qué
importa la verdad? Lo importante era salvar a España de los rojos,
porque ya saben ustedes que, si uno es rojo, no puede ser español.
Eso lo sabemos los grandes líderes españoles, desde los Reyes
Católicos a Cánovas, pasando por Felipe II. En lo de Franco no me
meto. Me
paso por el forro la Ley de Memoria Histórica, los muertos
republicanos están bien en las cunetas, pero a la fundación
Francisco Franco le pasé 150.000 euros y de lo de desenterrarlo
ya se pueden imaginar lo que pienso.
Bueno, voy terminando… tengo que confesar que, sabiendo que soy
imprescindible para salvar a España, he estado a punto de volver a
la política. Menos mal que, aunque a la mayoría de los afiliados
del PP les dio por apoyar a Soraya, los jefes del partido se las han
apañado para que ese joven del máster de mentirijillas y las
carreras que te regalan con una bolsa de pipas, ese Casado, mande en
el PP. Con él ya no es necesario que yo vuelva. Sobre
todo, porque hace todo lo que yo le digo.
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