Ha pasado el verano, aunque por las temperaturas no lo parezca, y por
todos lados se escucha ruido de “sables electorales”. Las
elecciones municipales, autonómicas y europeas serán en mayo de
2019. Las generales pueden celebrarse en cualquier momento, entre
otras cosas por la acumulación
de escándalos que afecta al Consejo de Ministras y Ministros.
Ante esa tesitura, los partidos no dejan de mover ficha en el tablero
político buscando la posición más ventajosa frente a los rivales.
Cada uno diseña su propia estrategia. PP y C’s han optado por
disputar el voto ultra a Vox y berrear
consignas españolistas hasta quedarse roncos. El PSOE
confía en el “look” esmerado de Pedro Sánchez y en que una
parte del electorado progresista se sienta atraído por sus gestos,
aunque éstos no terminen de convertirse en políticas. Por su parte,
las organizaciones situadas a la izquierda (Podemos, IU, Equo,
coaliciones municipalistas….) llevan ya un tiempo explorando
espacios de confluencia que quizá conduzcan a la construcción
de un nuevo “sujeto político”.
Al respecto de esto último, y por la novedad que supone, surgen
muchos interrogantes. Para empezar: ¿es realmente necesario
construir una alternativa integradora al margen de los partidos
sistémicos? A nuestro juicio, sí. Sin duda. En primer lugar, porque
el sistema o régimen derivado de la Transición se encuentra podrido
hasta la médula y ya no hay forma de repararlo. No
hay institución que se salve de la descomposición, por mucho que
PP, C’s y PSOE se alíen constantemente para tapar, por ejemplo,
las vergüenzas
de la monarquía. En segundo lugar, porque la actual
ley electoral penaliza la dispersión del voto hasta extremos
objetivamente antidemocráticos. Si no fuera por esta circunstancia,
no habría ningún problema en que las formaciones arriba citadas se
presentasen por separado y colaborasen posteriormente en las
instituciones en la medida de lo posible. Y, como dice el refrán, “a
quien el elector se la dé, que la santa urna se la bendiga”.
También cabe preguntarse si de verdad la confluencia es posible,
teniendo en cuenta la diversidad ideológica, conceptual y
estratégica de los actores. Como en el caso anterior, estamos
convencidos de que sí. Y de que, además, sus discursos y sus
experiencias son complementarios y necesarios para construir una
alternativa sólida. Creemos imprescindible la tradición
marxista que representa IU, porque sin las “gafas”
de la lucha de clases no se entiende absolutamente nada o casi nada
de lo que está pasando en el mundo. Creemos imprescindible el
discurso ecológico de Equo, porque nos obliga literalmente a poner
los pies en la Tierra y nos recuerda que el progreso es inviable sin
un cambio
radical en nuestra relación con la naturaleza.
Creemos, claro está, imprescindible aquel Podemos que supo
interpretar la indignación expresada en el 15M y convertirla en la
herramienta
de participación popular y transformación social que
estaban demandando miles y miles de personas. Y consideramos muy
valioso el trabajo llevado a cabo en el seno de innumerables
agrupaciones municipalistas que son el reflejo de una riquísima
pluralidad ciudadana.
Hasta aquí, el tema este de la confluencia lo tenemos más o menos
claro. Pero, sinceramente, nos surgen algunas dudas acerca de cómo
se está llevando a cabo. Tan delicadas, que preferimos exponéroslas
en batería para que, estimados/as lectores/as, nos iluminéis con
vuestra sabiduría. Los procesos en marcha (Andalucía, Madrid,
C-LM…), ¿se están realizando correctamente? ¿Están resultando
realmente horizontales y participativos? ¿Cada
activista/afiliado/inscrito equivale a un voto? ¿El modelo de
primarias separadas es el más democrático? ¿Quién decidirá la
posición en las listas? ¿Se hará con “luz y taquígrafos” o en
la detestada oscuridad de los despachos? ¿Sería preferible llevar a
cabo primarias conjuntas? ¿Están primando los personalismos y los
tribalismos, o el interés general? ¿En qué foro o asamblea se ha
decidido (si es que está ya decidido) que Manuela Carmena o Íñigo
Errejón sean los cabezas de lista? ¿Seremos capaces de comprender
que “no hay camino para la democracia”, sino que “la democracia
es el camino”? ¿Hasta cuándo nos vamos a seguir extrañando de
que cada sondeo
electoral rebaje nuestra expectativa de voto? ¿Vendrá
a salvarnos algún mirlo blanco? ¿O mirla?
Esperamos vuestras opiniones. En serio.
Hay poco que decir nada más que hay que ver como se están haciendo los procesos de confluencia desde arriba para saber que van a ser el enésimo fracaso de una izquierda que no se entera o no se quiere enterar, en fin menos mal que a esta izquierda de mesa camilla la va a sustituir el movimiento republicano porque sino estábamos apañado.
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