La
desigualdad sigue aumentando en España. En Europa, a este ritmo solamente nos
gana Letonia, pero ganamos a todos los demás. Lo dice el coeficiente de Gini
y lo puede decir cualquier ciudadano o ciudadana con un mínimo de sensibilidad
y con los ojos y oídos abiertos. Hay nuevas elecciones y las expectativas que
salieron de las anteriores, se han visto enterradas. ¿Vamos a seguir
permitiendo que la desigualdad y los latrocinios sigan campando a sus anchas? El
bipartidismo sigue ahí. Y afrontarlo y abrir una brecha no es fácil. Y no
es lo mismo enfrentarte a él llegando con más votos y escaños que el otro, que
ejercer de menos votado, donde si tragas con el PSOE eres un vendido al peor capitalismo,
y si no tragas eres un vil que permites el gobierno de la desvergüenza del PP.
En IU lo saben bien y en Podemos lo
han aprendido rapidito.
Ahora toca volver a reparar en
que el
pasado 20-D la falta de confluencia global de las fuerzas a la izquierda
del PSOE, impidió ser la
segunda fuerza más votada y tener 13 escaños más. Incluso quitando el voto
refractario que seguro habría.
Y ahora se generan dos planos: el
de la calle, el de los millones de personas que esperan un verdadero cambio, y
otro, el de quienes han vivido más de cerca y con intensidad las relaciones de
las fuerzas a unir. En la calle, en la mayoría de la gente, la cosa parece
clara: que se haga lo necesario para que la
cleptocracia desaparezca. Hay quienes siguen disfrutando con que les roben,
pero son minoría, aunque eso sí, viajan muy unidos.
Ahora falta que en el otro plano,
el de quienes tienen responsabilidad, participan o se toman la molestia de
opinar, seamos capaces de poner empeño en lo que nos une y no andar hurgando en
lo que nos separa. Poner
en valor lo que de bueno, y
mucho, tienen muchas
formaciones a la izquierda del PSOE.
Una campaña está hecha para
evidenciar las diferencias…hay que cambiar el chip, buscar las cosas que nos
unen. Cada cual suma sus cosas buenas y seguirá dejando para sí sus cosas menos
buenas, sean estas materiales o de actitudes. La lista de agravios
es larga y lacerante, pero se acaba manifestando como una prueba de si nos
interesa más el ego o lo que la gente nos pide a gritos.
Sí. Cambiar el chip. Confluir
desde el respeto, no de cualquier manera que haga saltar chispas en el momento
más inoportuno. Las identidades son las que son y no hay por qué perderlas. Se
puede y se debe elaborar un programa de consenso que será una bendición para la
sociedad. Habrá que aprender a renunciar hacia dentro y a compartir hacia
fuera… No es fácil, pero el momento tampoco lo es, y sí histórico. Se requieren
medidas de peso y valientes. Como recuerda Pascual Serrano en un interesante
artículo, Izquierda Unida se ha presentado a las elecciones europeas en
coalición con partidos que luego en Europa tienen grupo diferente. Sin embargo,
ahora se encuentran en el mismo grupo europeo que
Podemos, y trabajando hombro con hombro a pesar de que fueron en listas distintas.
Igualmente, candidatos y
candidatas de confluencia hay. Gente buena y preparada, muy bien considerada
por ambas formaciones la hay. Tampoco eso debe ser un obstáculo para consensuar.
Sólo basta ver cómo están
reaccionando el resto de fuerzas del bipartidismo o la derecha a esta posible
unión: no les gusta a ninguna. Ni un pelo.
Es el momento de acabar con esta
pseudodemocracia, es el momento de establecer ¡al fin! una ley justa que haga
que el voto de cualquier ciudadana o ciudadano valga igual, el momento de ir
acabando con las desigualdades. Pero eso, sólo será posible si nos ponemos a
ello…
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